OTRA RARA TARDE DE VERANO.
Cae la tarde oscura y lenta, los pájaros se revuelven en el árbol grande del parque, el cielo gris y el aire espeso, amenazan con una lejana tormenta. Los niños en una loca carrera se refugian bajo el árbol con el balón bajo el brazo y el pelo mojado. Huele el alma de la tierra con un perfume húmedo y limpio a jabón casero. La luz se filtra entre nubes bajas y andarinas, todo cambia, hasta el sonido de los juegos de los niños, los gritos con el primer trueno y se desencadena una locura de carreras y de luces cruzando el horizonte, tiembla el blanco de las paredes. Tarde de tormentas, cambiante y desesperada, luminosa en el horizonte a dentelladas frías y secas, acogedora tras la ventana.
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