Noté que mi madre, sentía pasar los días al tocar esa lápida tan blanca, en sus pupilas en un instante, se reflejaron los años no vividos, "veintinueve", dijo y calló triste por mucho rato. Desfilaron los recuerdos, colgados de las nubes, que adornaban la fresca mañana en el cementerio. Y es que la vida camina rápida, un día tras de otro, por senderos, que a veces son intransitables, dolorosos, oscuros. Pero al final, terminas acostumbrándote a vivir sin alma, sin esperanza. Con la ignorancia de dejar pasar el tiempo, el tiempo roto en los cristales. Fue todo en un momento, en un ir y venir al pasado, sus ojos volvieron a ser los de siempre y el presente empezó de nuevo a rodar por ellos.
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