lunes, 4 de junio de 2012

Las paredes acumulan historias, sueños y lágrimas y risas. Amaneceres de ilusiones y esperanzas, noches desoladas y turbias. En sus grietas, la vida pasa y sigue pasando impregnando sus cimientos. Las voces se quedan prisioneras, los olores, los recuerdos. Las paredes se van haciendo de tiempo. El tiempo perdidio y el venidero. Todo lo vivido, todo lo esperado o temido anida en el alma de las paredes. Paredes blancas de mi casa, llenas de murmullos de sombras que rompen la luz del sol cuando entra por la ventana. Son tibias las paredes de mi casa en el invierno extremo y frescas en los ardientes días del verano. Fueron testigos mudos de la infancia de mis hijos, de su revelde adolescencia, de su sosegada madurez. Vieron salir a mi hija con su deslumbrante vestido de encaje y su velo blanco entre flores y amigos, el día más féliz de su vida. Te reciben a tí cuando llegas con tu alegría y tu confianza en la vida. Y a tí también, con la cabeza baja y callado, pensativo con tu prematura responsabilidad. Cuando os vais se quedan prisioneros vuestros recuerdos y voces, vuestro olor de juventud y esperanza. Las paredes atesoran la vida, la vida que hemos elegido y también la que nos sortea el destino. Las silenciosas y blancas paresdes de mi casa hechas de tiempo.....