viernes, 24 de septiembre de 2010


La tarde se hacía pequeña entre las calles más estrechas y más lejanas del pueblo, caminaban las dos, casi susurrando, las paredes blancas y antiguas, con sus piedras asomando como picos de lanzas en los callejones angostos y en penumbra ya, con las últimas luces de la tarde otoñal. Parecía ir junto a la niña que fue, cogiendo su mano, calentita, suave, por unos momentos y sólo al darle el sol en la cara y en los cabellos dorados y verse en sus ojos, reconoció, los años pasados y a la mujer que tenía delante, ella empequeñecía a su lado. Había caminado a la par del tiempo, frente a ellas las calles empezaron a ensancharse y el cielo desafiante con un azul mágico, apareció, defendiéndose de la tarde, que desaparecía. Volviendo a casa, el corazón estremecido de la madre, la mirada feliz.

viernes, 17 de septiembre de 2010




El otoño se adelantó, trajo consigo, un sin fin de rayos y de truenos, de violentas lluvias y granizo, el cielo es gris, casi opaco, arrebolado de nubes furiosas y al instante brilla el sol sobre el azul infinito y las hojas de los árboles aun verdes. El viento acomodó un arcoiris irreal en el horizonte. Miguel, no se aparta de la ventana y la tarde pasa cruel y húmeda, agarrada a la sierra oscura y misteriosa, rodeada de la rara luz de los rayos, quebrando el cielo y la esperanza de mi niño por salir a jugar de nuevo.

miércoles, 8 de septiembre de 2010


Septiembre dorado y triste, solitario y callado, dulce como un maduro membrillo, hecho de sol y verano, que poco a poco mueren en la tarde.






Septiembre de nuevo, silencio en mi casa y en las calles, en los viejos parques, silencio y sol, recuerdos, sólo recuerdos que quedan en las sombras de las paredes, en el olor de mi casa, todavía de fiesta y sola. Pronto se echa la oscuridad del anochecer en los patios, aun abiertos al aire de sus palabras de sus idas y venidas. Hoy cerraré la puerta temprano, con la seguridad de que no volverán esta noche, de que están en sus casas, lejos, en sus vidas, que a lo largo de la semana ya no son mías, me queda la esperanza de cada viernes y de que el otoño cambie el cielo, siquiera para que no los pueda echar tanto de menos.