viernes, 29 de octubre de 2010


En el parque, llueven hojas, hojas doradas, que caen suavemente y que cubren el suelo húmedo. Los árboles se sacuden violentamente contra el viento, como queriendo desprenderse de los últimos rayos del sol.
Los niños corren alborotados a la escuela, coloreando la fría mañana con sus alegres abrigos. Las nubes, en un cielo azul sospechoso e inestable, van al compás. Llegaron las grullas y vuelan perfilándose y escondiéndose, volviendo a aparecer entre las nubes y rompiendo el aire con una antigua canción. Se hace el silencio, solo el crujir de las hojas bajo los pies del que camina sólo, prisionero de su propia soledad rompe la mañana, aventada y brillante, que se deshace violenta, con olor a almendras tostadas, arrastrando las horas y las hojas.

miércoles, 27 de octubre de 2010





Un ángel se mira en el fondo del alma de los hombres, los días pasan y aun no decide como acomodarse, ni donde, el mundo es hostil, no se reparten las penas en estos nuevos tiempos de desesperanza y confusión. Seguro que se undirá en el corazón de los que siempre son afortunados, aun sin merecerlo. De nuevo el pobre será más pobre y el infeliz más desgraciado. Ángel perezoso e inútil, que no se complica y se mira ciego en la luz, alejado de la oscuridad de los callejones y de las lágrimas.

martes, 26 de octubre de 2010


La vida se duerme lenta en las viejas calles del pueblo. Duendes de luz, vigilan los sueños y los niños, apostados en los altos tejados, atrapando palomas y recuerdos. La mirada se hizo otoño y soledad, el frió empezó a meterse en el cuerpo y por las rendijas de las ventanas. Parece que llegó el momento de hablar sólo para uno mismo y de mirar através de la ventana. Las sombras de la tarde, se cruzaron por un instante con sus pequeños ojos brillantes como centellas, agradecidos y felices, disfrutando desde su ubicuidad de los cambiantes colores del otoño en las paredes, en los cielos y en los árboles desnudos. Las voces de los niños se fueron perdiendo, llega noviembre, enjuto y triste, los duendes de luz, desaparecerán cualquier atardecer prematuro y frió.

sábado, 2 de octubre de 2010







Tarde de mermelada en el campo, el suave sonido de las hojas amarillas, que mueve el viento y el ruido de la fruta hirviendo dulcemente en la olla de cobre. Miguel, no hace nada más que meter la nariz y rápido como el rayo vuelve a la sombra dorada de los árboles a tirar la peonza de colores. Septiembre se fue, dejando un sol cálido y tardes más cortas. El otoño desfila ante nuestros ojos madurando los membrillos y refrescando los atardeceres. La tarde se acaba y la mermelada brilla sobre el pan tostado, en las manos de Miguel. Va cayendo la luz rosada en el horizonte y todo a nuestro alrrededor, respira una calma infinita.