jueves, 4 de marzo de 2010



Nunca nos perteneció la vida de nuestros hijos, nacieron con su destino pegado al alma, los tenemos, tal como un viento fresco que nos renueva y nos llena de felicidad, seguimos sus pasos, analizamos sus miradas, nos reflejamos en sus pupilas de tato estar pendiente de sus gestos, de sus sonrisas y de sus lágrimas. Aunque todo lo que nos ronda en el corazón es por ellos y para ellos, tienen su propio corazón con alas, que los llevan y los traen por nuestras vidas. Es corto el tiempo en el que un halo de seguridad los une a nosotros, luego buscan su seguridad en otros seres, su propia existencia. Nada es eterno,nada dura para siempre, todo va cambiando a medida que el tiempo va abriendo caminos y cerrando puertas. Bendito sea el momento que llegan a nosotros y bendito sea en el que se alejan buscando su vida y su futuro.

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