martes, 28 de junio de 2011

28 de Junio
El calor, este calor de finales de Junio, es insoportable, nos apalea el cuerpo y el alma desde la salida del sol hasta bien entrada la madrugada, unas tibias horas en las que agotados caemos en un sueño profundo pero corto. No nos atrevemos abrir puertas y ventanas y vivimos casi en la oscuridad, aprovechando el fresco de las viejas paredes. Sabios aquellos que construyeron estas casas, de gruesos muros hechos de barro y de paja. El pueblo parece arder y las calles solitarias llenas de cegadora luz, son como la desgastada sábana de un viejo fantasma. Al acercarte en la lejanía de los campos amarillos, es como si todo flotase en el azul del cielo, las casa, los árboles, las señales de tráfico, los coches y hasta los niños que valiente o imprudentemente, juegan sofocados en los parques. Extremadura, de dura piel curtida, duerme en el verano cansada y vieja, fatigada, a la espera de que una tarde gris refresque sus campos y su alma, remueva su interior repleto de semillas y de vida.

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