viernes, 24 de septiembre de 2010


La tarde se hacía pequeña entre las calles más estrechas y más lejanas del pueblo, caminaban las dos, casi susurrando, las paredes blancas y antiguas, con sus piedras asomando como picos de lanzas en los callejones angostos y en penumbra ya, con las últimas luces de la tarde otoñal. Parecía ir junto a la niña que fue, cogiendo su mano, calentita, suave, por unos momentos y sólo al darle el sol en la cara y en los cabellos dorados y verse en sus ojos, reconoció, los años pasados y a la mujer que tenía delante, ella empequeñecía a su lado. Había caminado a la par del tiempo, frente a ellas las calles empezaron a ensancharse y el cielo desafiante con un azul mágico, apareció, defendiéndose de la tarde, que desaparecía. Volviendo a casa, el corazón estremecido de la madre, la mirada feliz.

1 comentario:

  1. Gracias por el recibimiento, aun con mononucleosis...No he pasado un buen momento estos meses atrás...Pero me alegro de volver a leerte. Adoro esta entrada.

    -Ayla-

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