martes, 24 de mayo de 2011


El azul comenzó a entrar por las grietas de las paredes, por los antiguos quicios de las ventanas y puertas, un azul untuoso, denso, caduco, como una vieja acuarela. En los patios los claveles rojos reventones, perfumados, libres en la cálida mañana, se axfisiaron en el atardecer tormentoso. Todo era irreal e inesperado pero el azul, el agobiante azul, como una venganza, como un castigo olvidado, después de tantos años, atravesó como un mal presagio la verdad de nuestros pensamientos de nuestros sueños, de nuestras viejas paredes, de nuestro futuro, de nuestras ideas ya lejanas.
El azul, ese azul pastoso, engominado y rancio, se extendía y se extendía como una traición.
22 de Mayo de 2011

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