domingo, 7 de octubre de 2012

La luz amarilla del otoño corre tras de ti, te envuelve calida y fugaz. Te veo alejarte y la tarde se me cruza triste en la ventana. Mis ojos te siguen hasta el infinito y las hojas llenan el parque de recuerdos. Vuelan en remolinos, perdidas bajo el alma del otoño. Pronto la brisa suave de estos interminables días arrastrará otras hojas húmedas por las  calles silenciosas y con ellas te volveré a ver cruzar la esquina del parque, con el reflejo dulzón del otoño en tus ojos del color de la miel. Y así pasarán los días y correrán las semanas hacia otra vida, hacia otro mundo de esperanza, el que deseo y sueño yo para tí, con toda mi alma y todas mis fuerzas.

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