sábado, 15 de diciembre de 2012

La encina mágica se bate con fuerza en la violenta tarde del otoño que se acaba. Las grullas se resguardan bajo sus acogedoras e infinitas ramas, ramas antiguas,  centenarias y sabias. Su silueta poderosa se recorta frente a un cielo rojo, amenazador y duro. cuantas historias, cuantos días y cuantas noches inciertas y frías, pudiese contar si su corazón hablara. En un oquedad sin fin de su viejo tronco, apareció un día un saquito con monedas de oro puro. Un tesoro escondido que fue la perdición de un hombre y su familia, según cuentan despacito los viejos de alrededor. Todo el lugar exhala una magia imposible, un misterio prodigioso y mil leyendas con el paso de los tiempo. Cuantos pequeños pastores se acurrucaron contra su tronco, resguardándose en los días fríos de los inviernos de antes, sus palabras entrecortadas por el miedo y la soledad, sus sueños en las benditas noches estrelladas del verano, sus esperanzas y sus recuerdos se quedaron entre las ramas protectoras de la vieja encina, dándole vida, creando un halo entorno a ella de magia y sabiduría. El hondo corazón de la encina palpita en las entrañas de la madre tierra y por sus raizes inmensas e insondables, corre la sal de la vida, el tiempo y la historia del hombre de estas perdidas tierras.  

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