domingo, 23 de enero de 2011


La luna aparece por fin detrás de la sombras de los árboles, difuminados en la niebla. La luz impávida, lejana, lo transfigura todo, la irrealidad opaca, rojiza del cielo, a medida que avanzamos,
nos transporta a otros mundos, aun sin salir del de nuestra propia alma. Es curioso y fantástico, en unos minutos, tras la semi oscuridad blanquecina en la que se sumían los campos, se despliega con toda su fuerza sobrenatural, la madre luna, plena de luz roja, deshaciendo la niebla y las sombras mientras nosotros avanzamos en el camino a casa, en el camino hacía otro día. Avanzamos en la noche cerrada y dura, con las pupilas dilatadas, frías ante la magia que por un momento nos envuelve.
23 de Enero 2011


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