martes, 8 de junio de 2010


Noté que mi madre, sentía pasar los días al tocar esa lápida tan blanca, en sus pupilas en un instante, se reflejaron los años no vividos, "veintinueve", dijo y calló triste por mucho rato. Desfilaron los recuerdos, colgados de las nubes, que adornaban la fresca mañana en el cementerio. Y es que la vida camina rápida, un día tras de otro, por senderos, que a veces son intransitables, dolorosos, oscuros. Pero al final, terminas acostumbrándote a vivir sin alma, sin esperanza. Con la ignorancia de dejar pasar el tiempo, el tiempo roto en los cristales. Fue todo en un momento, en un ir y venir al pasado, sus ojos volvieron a ser los de siempre y el presente empezó de nuevo a rodar por ellos.

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