viernes, 29 de octubre de 2010


En el parque, llueven hojas, hojas doradas, que caen suavemente y que cubren el suelo húmedo. Los árboles se sacuden violentamente contra el viento, como queriendo desprenderse de los últimos rayos del sol.
Los niños corren alborotados a la escuela, coloreando la fría mañana con sus alegres abrigos. Las nubes, en un cielo azul sospechoso e inestable, van al compás. Llegaron las grullas y vuelan perfilándose y escondiéndose, volviendo a aparecer entre las nubes y rompiendo el aire con una antigua canción. Se hace el silencio, solo el crujir de las hojas bajo los pies del que camina sólo, prisionero de su propia soledad rompe la mañana, aventada y brillante, que se deshace violenta, con olor a almendras tostadas, arrastrando las horas y las hojas.

2 comentarios:

  1. Preciosos tonos para acompañar la soledad del banco.

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  2. Lo siento Kiko las fotos no son mias, no sé hacer fotos, sólo las tomo prestadas de Walcoo y las acomodo a mis textos. Ya me gustaría a mí tener ese ojo y captar lo que tú ves. Un saludo.

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