martes, 26 de octubre de 2010


La vida se duerme lenta en las viejas calles del pueblo. Duendes de luz, vigilan los sueños y los niños, apostados en los altos tejados, atrapando palomas y recuerdos. La mirada se hizo otoño y soledad, el frió empezó a meterse en el cuerpo y por las rendijas de las ventanas. Parece que llegó el momento de hablar sólo para uno mismo y de mirar através de la ventana. Las sombras de la tarde, se cruzaron por un instante con sus pequeños ojos brillantes como centellas, agradecidos y felices, disfrutando desde su ubicuidad de los cambiantes colores del otoño en las paredes, en los cielos y en los árboles desnudos. Las voces de los niños se fueron perdiendo, llega noviembre, enjuto y triste, los duendes de luz, desaparecerán cualquier atardecer prematuro y frió.

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