lunes, 23 de enero de 2012

" JUAN EL DE LOS PANES"


Juan había salido el día anterior hacia Azuaga, les costaba más de un día llegar, desde que salían de Castuera, por "El Pozo Nuevo", entre caminos viejos y embarrados, pero no había otra manera y tenían que conseguir dar de comer a sus familias. Dejaban atrás mujeres enlutadas, famélicas y tristes, desesperanzadas, niños y ancianos dolidos, enfermos y humillados por el hambre. Merecía la pena coger las bestias y perderse por las veredas escondidas y la noche, para llegar con las alforjas llenas de pan blanco. No obstante, la guardia civil andaba trás de ellos, algo tan esencial, tan inocente como comprar pan y no podían hacerlo en libertad. Tan esencial como vivir, como respirar y los ahogaban con la represión y la soberbia del que no sabe ganar una guerra. Siempre amenazados, tanto que a veces les parecía que no había teminado la guerra. Juan, era indomable, nunca le habían quebrado la voluntad, era ya mayor, incluso tenía nietos, alto y fuerte, serio y muy poco hablador, pero con pocas palabras sentaba cátedra, no necesitaba más que su honestidad y su valentía. Entraban ya en el pueblo, era casi al mediodía y allí estaban, de nuevo, la guardia civil, esperándolos para requisarles todo lo que pudieran llevar. Después de tantos y tantos sacrificios, después de invertir lo poco que les quedaba para conseguir unos cuantos panes, era solo pan, solamente pan... Los pararon y registraron, luego fueron hacia las bestias y al ver los panes, les advirtieron, que por allí no dejarían pasar el pan, no había manera de convencerles aun a sabiendas que aquello era lo único que comerían sus familias. Juan empezaba a desesperarse, y los guardias inamovibles, no había manera de que se compadeciesen, eran órdenes y tal vez ellos estaban pasando tanta hambre como los pastores, era una absurda ley, pero era ley, inventada para matar más de hambre a los pobres. Juan no pudo más, algo se le pasó por la cabeza, algún recuerdo roto de tanto sufrimiento y sacó los panes de las alforjas y mirando a los guardias los reto con su voz fuerte y clara: ¿Que los panes no pasan pa el pueblo?, pues mirad si pasan o no. Y tiro lo panes uno a uno, volando por encima de las cabezas de los guardias y cayendo casi al final de la calle. Los miro desafiante y siguió diciendo: ¿Pasaban o no pasaban?. Claro que habían entrado en el pueblo, desafiando las leyes, incluso la de la gravedad.
¿Habéis visto como han pasado?. Nadie dijo nada en ese momentro, pero la historia corrió por todas las calles del pueblo. Desde entonces, incluso los guardias le empezaron a llamar "Juanillo el de los panes".

2 comentarios:

  1. Cuantas veces habremos escuchado esa historia!! En esa voz clara y fuerte que tantas y tantas historias del campo y de nuestros antepasados salian de su boca, nadie como él para entretenernos, para calmarnos, se le hecha mucho de menos,el abuelito Jacinto!!
    Y como siempre te digo nadie como tu para revivirlo, y poder recordarnos aquellos dias en el patio de casa de la abuela sentados junto a él y pendientitos de todo lo que dice.
    Gracias por recordarnos estas cosas de vez en cuando. Te amo mamá!!!

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  2. Me alegra mucho que lo recuerdes asi, el os crio y os dio lo mejor de si mismo, menuda suerte, gracias hija, un abrazo muy fuerte, te quiero.

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