lunes, 8 de febrero de 2010


Por capricho, se quedó sola dentro del coche, cosas de la adolescencia, tirar y aflojar, pero su indómito carácter, inflexible, no la dejaba ver más allá de su razón de 16 años. Tú no me dejas......yo no salgo del coche ni te hablo, ni que decir tiene, que el corazón me palpitaba cien por hora y la conciencia me volteaba el alma a medida que el sol, brillaba más en el cielo azul. El día se extendía claro y tibio y alrededor del coche los demás niños, algo más pequeños, iban y venían, jugaban y se asombraban de la proeza o de la cabezonería. Ni tan siquiera comió, ni bebió. Los caminos serpenteaban los campos llenos de flores amarillas y recortaban el horizonte de Febrero, limpio y tranquilo. Sus ojos no dejaron de expresar enfado y tirria todo el día y todo el día dentro del coche, hasta que cayó rendida. La tarde fue impregnándose del olor a café y chocolate y tornándose malva. Poco apoco el día iba cediendo, pero ella no.

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