domingo, 28 de febrero de 2010


Se esfumó el tiempo de los profetas, acabó la era de los que profanaban el futuro de las cosas y de los hombres. Amargo despertar al capricho del destino, al azar que guiará las vidas y los sueños de los hombres. El mundo en una bola de cristal, que estalla y se expande en el horizonte y el cielo que no despierta temor, ni anuncia nada, sólo su inmenso azul sobre los ojos y las almas. Dueños de las sombras y de los amaneceres, caminando sobre sus propias voluntades.





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