lunes, 8 de febrero de 2010


Un día caluroso de Junio, a primera hora de la mañana, su abuelo, un hombre fuerte alto y curtido por La Serena más implacable, pero tierno y fiel a sus caprichos y deseos lo llevó, camino adelante, cogido por la mano, hacia campo abierto, donde pastaban humildes y pacientes las ovejas de un buen amigo. El hombre cumpliendo su palabra, le regaló un pequeño cordero. El niño, llegó saltando de alegría y el abuelo con el animal en brazos. Ni uno ni otro sabían el castigo que iba a dar el animal, lo criaron tal como si fuese un perro y así hacía y deshacía, por que saltaba a su albedrío, la calle abajo, imparable y todos los niños detrás de ella, por que descubrimos que se trataba de ella no de él, nos llevamos meses dándole un biberón. Hasta que empezó a comer hierba en el parque. El niño y los amigos, la enseñaron a trompar, como si fuera un becerro, hasta tal punto que ya la temían, En definitiva, que al final, era un poco perro, por que siempre andaba tras de ellos en los juegos y en el parque, era un poco cabra, por que bajaba la calle saltando a una altura inexplicable para un oveja y un poco toro por que agachaba la cerviz y trompaba como una vaquilla. El animal acabó en el campo, tras meses de no dejar vivir a nadie, el disgusto del niño y el abuelo que no era capaz de consolarlo. Hasta que pasaron los días y el desengaño. Jamás se pudo hacer vida del animal, que vivió casi salvaje durante diez años, asaltando los huertos vecinos y liderando un tropel de ovejas y corderos, que por donde pasaban, igual que, Anibal con su ejercito, no volvía a crecer pasto o hierba. Lo mismo daba vides que melonares en pleno Agosto, que aceitunas brillando mojadas por las lluvias de Noviembre, todo lo atropellaba, pero el cariño y el recuerdo, sumergía los malos ratos y las broncas con los vecinos, incluso las denuncias, nada estropeó la complicidad entre el animal y el niño.

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